martes, 30 de abril de 2013

habla el corazón

El lado oscuro. La otra cara de la moneda. El día gris. Podemos llamarlo de mil maneras, pero todos escondemos aspectos de nosotros a los demás, nadie es completamente sincero las 24 horas del día porque la sinceridad nos agota. La cortesía o nuestro propio cansancio nos llevan a eludir esas partes difíciles que al mundo le costaría comprender y de las que nosotros ya estamos hartos.
La verdad duele: es devastadora, mezquina, cruel. No mira por nadie, no espera, no consuela ni nos deja dormir. Las mentiras, en cambio, nos ofrecen un limbo en el que descansar cuando nadie mira, una caricia vanidosa a ese amigo que nos mira, los ojos inyectados en desesperación, y al que decimos que todo saldrá bien, que debe seguir esforzándose porque todo se arreglará y que estaremos a su lado en lo bueno y en lo malo.

Antes de llegar al amigo desesperado pasamos por un montón de etapas que se separan en el tiempo y van cogiendo sitio en nosotros, sin que nadie haya reclamado su presencia. La depresión y el hastío comienzan por la mentira a uno mismo. Al principio, pensamos que no es grave. Ni siquiera consideramos que esa pequeña tontería, ese alejamiento de la verdad, tenga consecuencias, pero las tiene. Cuando queremos darnos cuenta, esas chorraditas se han asociado y esperan al peor momento para presentarnos a nuestro monstruo interior. Este ser concentra todos nuestros miedos, nuestros temores más vergonzosos, nuestras acciones más inexplicables; todos aquellos deseos que, ridículos para los demás, siguen teniendo sentido en nuestro interior, todas las envidias, las angustias, las fantasías y las preocupaciones. Lo que queremos hacer y las razones que nos lo impiden: el odio, el temor al fracaso, la anulación, los traumas, la posibilidad de cambio, las expectativas.
Según la teoría del yoga, la persona se divide en 8 capas que envuelven a lo que somos en realidad. Shrek era una buena imagen de la teoría del yoga, que nos entiende como si fuéramos una cebolla de 8 capas construidas alrededor del ser. Siguiendo en esta teoría, el ser es invariable, no cambia y todo nuestro sufrimiento se explica por el apego a nuestras envolturas, que si son susceptibles de ser modificadas. El yoga persigue la unión; a través del control del cuerpo, los sentimientos y los pensamientos, la filosofía yogui nos asegura un equilibrio que nos permite ignorar nuestras capas cambiantes para identificarnos con lo que de verdad somos, y así encontrar la felicidad.

Aunque soy practicante de yoga y me parece una filosofía acertada en lo que a la persona se refiere, no me imagino viviendo lejos de las personas. Soy un ser sociable, me gusta la gente y creo que todos tenemos bondad dentro de nosotros. No imagino qué puede llevar a nadie al aislamiento, a escoger la soledad cuando podría crecer con los demás. Por eso creo que hay pocas cosas tan terribles que no puedan ser perdonadas, creo que los daños se reparan y que contar con los demás siempre es una ventaja. Entiendo que no siempre puedo estar cerca de quien me gustaría, puesto que es posible que yo aleje de mi vida a personas que quisieran estar en ella. Somos responsables de nuestras elecciones y no respetar las de los demás, por mucho que nos molesten, me resulta inconcebible.
La verdad duele pero siempre es mejor que una mentira. La verdad puede ser la caricia más dulce o el desplante más terrible, puede dejarnos sumidos en un dolor insoportable o ser el bálsamo que cure nuestras heridas, pero siempre, siempre es mejor que vivir una fantasía ridícula.

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