jueves, 19 de abril de 2012

Para A.

Aunque supongo que él no lee estas tonterías, hoy le dedico un pequeño homenaje. Él (a partir de ahora, A.) es capaz de sonreír; lo sé porque lo he visto, aunque en las fotos salga siempre serio, impoluto y con esos ojos verdes que parecen saberlo todo. A. es inteligente pero nadie le ha regalado nada: lo que ha conseguido es fruto de años de trabajo tenaz e insaciable curiosidad por lo que le rodea; esto no lo sé, pero me lo puedo suponer. A. tiene unos modales exquisitos y desde que se levanta por la mañana, su cabeza está llena de preguntas interesantes. A. también conoce los entresijos de la palabra, tanto escrita como hablada, y la banda sonora de su vida está compuesta un variado conjunto de estilos, autores, lenguas y ritmos.

En realidad, hoy me he acordado de él y sé, creo, es posible que él también se acuerde de mi de vez en cuando; no lo sé, no puedo afirmarlo, pero me gusta pensar que es así. Porque hay personas, y A. es una de ellas, que conozcas poco o mucho, te marcan, y no te molestas en averiguar el porqué.

Yo lo sé, y no es que él me lo haya dicho.

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