20 años. Los de 30 dicen ¿sólo?; los mayores se horrorizan: ¿ya?.
Pero que edad tan bonita. Demasiado pequeños para ser mayores, pero demasiado mayores para ser pequeños; ese momento intermedio en el que eres legalmente responsable y mentalmente irresponsable, quizás más que nunca. Pero no para todo; los años atestiguan un poso dulce y suave que te capacita para tomar decisiones: sabes que quieres a tus amigos y asumes que ya tienes edad para equivocarte, para amar y para llorar con motivos. También empiezas a buscar tu sitio en el mundo y te muerdes la lengua por consideración; buscas retos que te quedan algo grandes y las noches se alargan también, por motivos bien distintos.
Crecer no está mal, pero creo que prefiero dejarlo para otro día.
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