Hay muchas maneras de contar el paso de los años. Puedes celebrar los años que llevas vivo; otros son de felicitarse por años de estudio realizados. Personalmente, llevo cuatro años naciendo tras un escenario.
Siempre en estas fechas se celebra el Festival de Danza del estudio Step. En él bailan mis primas, así que esa tarde -horquillas en mano- visto y desvisto flores, ratitas, hadas, princesas y cisnes. El mejor momento llega en la mitad de la segunda parte, cuando las peques ya no tienen que cambiarse más y las mayores disfrutan de sus cinco minutos de fama. El mejor momento llega cuando puedo escaparme y sentarme entre las cajas para verlas disfrutar bailando.
El año pasado despedimos a Vir; éste año, Claudia nos maravilló al ponerse en la piel de la salvaje Odile. Y yo lloré, claro. Lloré de alegría, de satisfacción y, sobre todo, de orgullo. Porque mis primas son personas normales que hacen cosas excepcionales, demostrando una pasión, una dedicación y una disciplina que yo nunca seré capaz de llegar a imaginar para mi.
Quizás ellas no lo entiendan, pero yo las he visto crecer y ahora soy yo la que se queda estancada. ¡Qué vergüenza!

Hoy recuerdo el poema de Pessoa que sonó en la improvisación de Jasón y me da pena identificarme tanto con él. Menos mal que esas personas magníficas de las que me rodeo me quieren, aunque sea de lo más corriente.
http://www.youtube.com/watch?v=_97UjkeQV6g&feature=BFa&list=LLWXZp6PwiBf8kcnLaTosS9w