No me gustan los chicos perfectos, ni las chicas: me parecen el anti-morbo. Tampoco me gusta la gente que no se interesa más que por si misma; los prefiero sanos, equilibrados y con ganas de descubrirse. Tolerantes, dispuestas a mirar más allá de su ombligo, a conceder sin pensar en lo que obtendrán a cambio. Curiosas por lo que les rodea, empáticas y, sobre todo, muy humanas. Con sus días buenos, y sus días malos; con sus malas caras, sus ojeras, su mal humor y sus dolores. También sus sonrisas, sus abrazos, sus miradas, su conversación, los colores que prefieren, la comida que siempre agradecen y las lineas de sus manos.
Yo elijo a las personas: a las personas de verdad.
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