viernes, 10 de agosto de 2012

Respetando su intimidad, decidí esperarla en las escaleras, de espaldas a ese gran edificio al que tantas veces entré de tu mano. Hoy te recuerdo porque cumples años, pero nunca te olvido, Ana.

Estás en mi corazón y siempre vendrás a mis ojos bajo la luz de los cirios; sé que guías mis pasos, que sonríes cuando lloro, que me apoyas cuando nadie sabe cómo. Que me entiendes, cómo sólo una abuela puede hacerlo. Te quiero.

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